martes, 28 de junio de 2016

«Yo soy un socialista. Sí, señor, un socialista. Y no he leído en mi vida a ese Marx ni a ese Bakunin, ni me interesa un pito. Yo soy un socialista por la misma razón que tú eres un anarquista y Manolo un comunista; porque estamos hartos, hasta la coronilla, de esta cochina vida. Un buen día te pare tu madre, sin que tú te enteres de lo que ha pasado Y cuando  te empiezas a enterar de dónde estás, de lo primero que te enteras es de que padre está sin trabajo, madre esperando un hermanito y el puchero vacío. Te mandan a la escuela a que los frailes te den de comer de limosna, y en cuanto te empinas un poco, antes de que sepas mal leer, dicen que eres ya un hombrecito y te ponen a trabajar… Cuando llegas a hombre, ganas un duro, cinco cochinas pesetas… Pues por todo esto es por lo que soy un socialista, por esta leche agria que durante cuarenta años de su vida se ha tenido que tragar Angelito García, un servidor de Dios y ustedes. Y ahora os voy a decir una cosa. Callaros [sic] ya con Bakunin y Marx y toda esa gentuza. ¡UHP! ¿Sabéis lo que quiero decir? Unión de Hermanos Proletarios. Igual, igual que aquellos tíos de Fuenteovejuna: todos a una. Esto es lo que cuenta. Lo que contáis vosotros son pamplinas que sólo sirven para volverle a uno los sesos y darnos patadas en las espinillas unos a otros. Y mientras, los otros nos sacuden de firme.»
                      
Arturo Barea, La forja de un rebelde, Barcelona, Debate, 2004

La forja de un rebelde es una trilogía compuesta por: La forja (1941), La ruta (1943) y La llama (1946). Mario Camus dirigió en 1990 una versión cinematográfica para televisión que consta de seis capítulos y que pueden ver aquí.
 
 
Ilsa y Arturo Barea
 

El Ayuntamiento de Madrid promueve un proyecto para hacer visible la Cuesta de Moyano e impulsar su negocio, que es la compra venta de libros antiguos y de ocasión.
 
Este proyecto se llama Territorio Moyano y pueden consultar datos muy interesantes de los libreros de la Cuesta aquí.
 
Suponemos que ya lo conocen, pero nunca está de más:


Andan los libreros de Velintonia libros algo tristes y enfadados. Sin embargo, no nos falta nuestro amparo, el refugio de nuestra vapuleada razón, nuestra manera de protección. Nuestro p'alante. Y os recomendamos dos textos:
 
La servidumbre voluntaria, de Étienne de la Boétie:
 
 
«Póngase cincuenta mil hombres para combatir contra otros cincuenta mil; dispóngase la batalla y llegue el momento de acometerse, los unos peleando por su libertad y los otros para arrebatársela; ¿a favor de qué partido se prevé la victoria? ¿Cuáles irán más animosos al combate, los que aspiran al mantenimiento de la libertad en recompensa de sus sacrificios, o los que van a derramar su sangre para vivir en esclavitud? Los primeros fijan la vista en la felicidad de su vida pasada y en la esperanza de un lisonjero porvenir; tienen en nada las privaciones y penalidades inseparables de la guerra, comparándolas con los males que la servidumbre acarrearía a ellos, a sus hijos y a toda su posteridad. A los segundos no hay cosa que los anime salvo una miserable codicia, incapaz de hacer frente al peligro y que nunca puede ser tan ardiente que no la apague una sola gota de sangre manada de sus heridas.»; y
 
Tratado de la servidumbre liberal. Análisis de la sumisión, de Léon Beauvois:
 
«[...] habiendo sido infectados los sistemas democráticos por el liberalismo con una forma renovada del virus de la servidumbre voluntaria [...] Las connotaciones un tanto ideales de la palabra democracia parecen fascinarnos lo suficiente como para dispensarnos de realizar una evaluación formal de nuestro funcionamiento político.»
 
 
Y un poema de Jaime Gil de Biedma:
 
Y qué decir de nuestra madre España,
este país de todos los demonios
en donde el mal gobierno, la pobreza
no son, sin más, pobreza y mal gobierno
sino un estado místico del hombre,
la absolución final de nuestra historia?

De todas las historias de la Historia
sin duda la más triste es la de España,
porque termina mal. Como si el hombre,
harto ya de luchar con sus demonios,
decidiese encargarles el gobierno
y la administración de su pobreza.

Nuestra famosa inmemorial pobreza,
cuyo origen se pierde en las historias
que dicen que no es culpa del gobierno
sino terrible maldición de España,
triste precio pagado a los demonios
con hambre y con trabajo de sus hombres.

A menudo he pensado en esos hombres,
a menudo he pensado en la pobreza
de este país de todos los demonios.
Y a menudo he pensado en otra historia
distinta y menos simple, en otra España
en donde sí que importa un mal gobierno.

Quiero creer que nuestro mal gobierno
es un vulgar negocio de los hombres
y no una metafísica, que España
debe y puede salir de la pobreza,
que es tiempo aún para cambiar su historia
antes que se la lleven los demonios.

Porque quiero creer que no hay demonios.
Son hombres los que pagan al gobierno,
los empresarios de la falsa historia,
son hombres quienes han vendido al hombre,
los que le han convertido a la pobreza
y secuestrado la salud de España.

Pido que España expulse a esos demonios.
Que la pobreza suba hasta el gobierno.
Que sea el hombre el dueño de su historia.

Jaime Gil de Biedma